En un trozo de tierra ganado al mar por avatares del destino y la naturaleza; en un momento de la historia en el que ocurrió todo lo que ya había ocurrido siempre; y con unos protagonistas universales. Entre tanto, viajes, agua, amor, muerte, desengaños y frustraciones, para aliñar lo que le pasó a un pueblo que se llamaba La Higuerita y que se quedó solo a su suerte con el nombre de Isla Cristina.
Rodeado de agua y sal, asomando al mar por un puerto natural que tuvo que arreglárselas para soportar naufragios, aislada junto a la frontera, sin serla, así es el lugar de la novela que defiendo aquí. Pescados, tradición, hilos sueltos con los que componer una historia mucho mayor de lo que parece. Un universo real que sigue su curso en el mismo sitio, con las mismas dificultades, calentado por el levante del Carmen y alterado por el foreño.
Isla Cristina es un pueblo hecho por inmigrantes, que acudieron hasta aquí (porque es aquí donde escribo esto) para buscarse la vida que no tenían, en unas arenas que hubo que reinventar para hacerlas útiles. Con más fango que cimientos firmes se construyó una cultura hace más de dos siglos. El terremoto de Lisboa de 1755 remodeló sus marismas y le dio sitio suficiente para que familias catalanas y valencianas arrancaran lo que se convertiría en unos de los principales puertos pesqueros de España. Un pozo de agua en su escudo nos señala el origen físico, su primer asentamiento estable. De La Higuerita a Isla Cristina por agradecimiento a María Cristina de Borbón y su ayuda durante la epidemia de cólera que secó vidas en el suroeste de la piel de toro.
Rita, flor de sal es la primera novela de Antonio Aguilera Nieves. A través de la historia de Juanito el alemán, un personaje real deslizado hasta estas tierras por avatares del destino, conocemos la historia reciente de su pueblo. Entre jarampas, estraperlos y chipichangas, transcurre la vida de Hans, que es como se llamaba realmente Juanito, cuando en Europa cae el nazismo y en España se sufre las dudas y miserias de la dictadura. Con la sal como conservante de la memoria, así es como se mantienen frescos los acontecimientos de una historia interminable. Cada capítulo puede ser su propia novela, cada retazo quiere tomar protagonismo, cada personaje quiere seguir siendo recordado y cada lugar se mantiene allí, aquí al lado, como si no hubiese pasado nada.
Conviene leer la novela de Antonio Aguilera si vienen por aquí. Aunque crean conocer el lugar. Será más fácil encontrar lo que encontró Hans: paz y sentido común entre tanto disparate. Déjense ver por la playa, prueben la sal de Biomaris y oigan el silencio de sus tierras bañadas por las mareas.
Me encantan estas líneas sobre Rita, Flor de Sal.
Tuve el privilegio de leer el borrador antes de entregar a la editorial y ya vi cómo enganchaba el relato seudo histórico muy bien novelado de Antonio Aguilera.
Aguilera es joven y llegará lejos. Al tiempo.