No creo en los extremos porque miran las cosas siempre y en exclusiva hacia uno de los lados, no tienen posibilidad de corregir lo más mínimo, de hacerlo se irían hacia el lado contrario. Es llegar al final, al límite último. Considero que cuanto más se radicalice una opción política o moral más seguros podemos estar de su error.
Las diferentes formas que hay de interpretar las cosas, unido a la gran cantidad de personalidades que conviven, nos lleva a que no estemos de acuerdo en la fundamentación ética de las normas. Sin duda es hermoso y humano esta discusión fundante, nos conforma, por lo que tenemos que hacernos responsables de ellas y no evitarlas en ningún caso. Pero no parece humana la opción del extremo. Llegar allí para mirar sólo hacia un lado, considerando a los demás como errantes, no me parece la opción más adecuada entre nuestras incertidumbres.
Caemos en ella, somo cabezones, ambiciosos, tozudos y enormemente orgullosos. Aristóteles ya planteó que un sistema político debe adaptarse, según sus personas, su clima, su geografía, sus costumbres… pero sin llegar a los extremos en ningún caso. Mientras haya extremos habrá ruido.
Entrada publicada en anantes el 12 de enero de 2009