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José Ibáñez

Manuel Machuca fue el primer novelista de la editorial Anantes con su ópera prima Aquel viernes de julio. Año y medio después regresa a la lista de novedades con su libro El guacamayo rojo, una novela que retrata la historia de tres generaciones de andaluces en Brasil.

JOSÉ: ¿Por qué El guacamayo rojo?

MACHUCA: Se titula así por un libro brasileño que se llamaba igual y en el que participó mi tío-abuelo Miguel que fue emigrante en Brasil. Me pareció que era un título bonito para la novela.

J: ¿Qué querías contar con este libro?

M: Podría decir que son historias de emigrantes andaluces en Brasil pero realmente de lo que trata es de un encuentro. Es el encuentro de un niño que se hizo hombre y que quiso volver a su niñez para encontrar respuestas en su vida. Trata del encuentro de ese niño, de mi encuentro, con la tía Gloria Rossi, que en realidad no se llamaba así. La tía Gloria jugó mucho conmigo cuando vino de visita diez días siendo yo niño, le perdí la pista y luego la volví a ver cuando fui a trabajar a Brasil mucho tiempo después gracias a la tenacidad de Josélia Frade tras cinco años de búsqueda.

J: Tiene aspecto de libro grande, ¿lo es?

M: Yo creo que sí. En todos los sentidos. He puesto todo lo que tenía. Es un libro que de alguna forma habla de mí. Es complejo, con personajes interesantes y es muy autobiográfico aunque sea ficción.

J: ¿Sabes cuántos amigos tuyos compraron Aquel viernes de julio?

M: No tengo ni idea. Me interesa mucho más la gente que confió en mí como escritor. Un amigo mío me dijo: “Con Aquel viernes de julio supe que tenía un amigo escritor”.  Pero realmente lo que me interesa es que aparezcan lectores que no me conozcan como amigo ni como farmacéutico.

J: ¿Qué has aprendido desde tu primera novela hasta ésta?

M: He cogido más oficio como escritor. Realmente El guacamayo rojo fue la primera novela que intenté escribir pero la tuve que dejar a un lado porque no era capaz. Pienso que las tramas son ahora más complejas que en Aquel viernes de julio. He jugado también con los tiempos. La novela está escrita en tres tiempos; cuento el pasado desde el presente y también el futuro porque aparece Luis Guzmán, un arquitecto que quiere escribir un libro.

J: ¿Qué tiene América Latina para ti?

M: América Latina a mí me da una energía enorme. Para mí es una respuesta. Me enganchaba pero no entendía por qué. Mis abuelos eran personas muy modestas que pudieron darle carrera con mucho esfuerzo a mi madre. Ellos pensaban que la cultura y la educación eran la base para que la familia saliera de la pobreza. Ese pensamiento lo continuaron conmigo. Yo entré en el colegio sabiendo leer y con ocho años leía a Julio Verne y a Stevenson. Mi abuelo me enseñaba geografía y a la tía Gloria, cuando vino, le hizo gracia que me supiera todas las capitales del mundo como un niño repelente. Para mí la tía Gloria y América Latina han sido el ponerle realidad a esos sueños de países lejanos y de atravesar paisajes inimaginables a través de los libros.

J: Y, ¿qué es Andalucía y qué sería España para ti?

M: Andalucía es mi referente, mi cultura, mi forma de estar en el mundo. Andalucía es mi patria. España es el Estado en el que vivo. No reniego de España en absoluto pero creo que la España real no tiene nada que ver con la que tenemos realmente. Creo que es un país tremendamente diverso y complejo y lo que nos están vendiendo es el reino de Castilla representado en Madrid. A ese diálogo todavía no resuelto entre el reino de Castilla y el de Aragón, que representa las luchas entre Madrid y Barcelona que tanto beneficia a ambas partes, le falta otra pata que es Andalucía.

Andalucía ha sido succionada culturamente desde el Estado y, sin embargo, España se conoce en el exterior por manifestaciones que son netamente andaluzas. Yo me rebelo contra este modelo de España pero eso no quiere decir que defienda la República Andaluza.

J: ¿Sigue vigente eso que pensaba tu abuelo de que la cultura servía para salir de la pobreza?

M: (Se ríe al escuchar la pregunta) Debe estar vigente. No hay futuro sin cultura. Vivimos momentos en los que se da a entender lo contrario pero yo creo que eso nos perjudica a todos. Si algo caracteriza a esta crisis es que están mandando los países menos cultos, por ejemplo Alemania, no los menos preparados, sino los menos cultos. Creo que los grandes momentos de la historia de la humanidad han estado ligados a la cultura mediterránea. Con todas las atrocidades que se hicieron en América, el descubrimiento supuso sacar a Europa de la Edad Media. Y, sin embargo, ¿detrás de las épocas de guerra quiénes han estado? Los vikingos (se ríe).

Estamos viviendo una especie de Eda Media oscura pero el mundo no tiene otro futuro que la cultura y la educación. Si el futuro es explotar los recursos naturales, ya estamos viendo que el cambio climático es una realidad. El modelo Rajoy y el modelo actual del mundo está agotado.

J: Tú te acercaste a Equo, ¿cómo está esa relación?

M: Creo que los cambios se pueden hacer desde la política pero se pueden hacer también desde la literatura, desde el trabajo de investigación; otros aspectos en los que yo me siento más cómodo. Eché en falta una cierta indefinición en Equo sobre el modelo de Estado y otro tipo de cosas que me hacían tener miedo de que se convirtiera en el partido de los cabreados de la izquierda, algo así como la UPyD de la izquierda. Todo esto me hizo ver las cosas desde afuera. A la izquierda le hace falta ponerse de acuerdo y se crean grupúsculos. Equo ha ido demasiado a lo pequeño por querer estar en posesión de la razón. A la derecha, en cambio, es dificilísimo romperla. Pero sí creo que la transformación de la izquierda pasa por el ecologismo.

J: A ti ¿cómo te ha tratado la vida?

M: Fantásticamente. Me considero un privilegiado aunque te puedo decir que no he tenido una vida fácil. Yo soy hijo de farmacéuticos y estábamos económicamente muy bien pero mi padre fue alcohólico y nos la hizo pasar putas a sus tres hijos. Todavía hoy, después de 27 años de su fallecimiento, lo estamos pagando.

Yo he intentado sacar de la vida siempre el aprendizaje, y el alcoholismo de mi padre me enseñó a saber lo que no debía hacer. También lo que hacía mi madre me enseñó a no hacer ciertas cosas.

Como farmacéutico no he conseguido transformar una profesión que no quiere cambiar.  Eso se podría vivir como un fracaso pero yo pienso que he puesto un granito de arena para otra guerra que se va a ganar y otros vendrán para rematar el trabajo. Llevo a gala que haya gente importante dentro de la profesión farmacéutica que no me vea bien porque eso significa que estoy donde quiero estar.

J: Estamos en una farmacia, estamos hablando de sufrimiento, hay mucha gente que sufre, ¿qué se puede hacer contra eso?

M: (Resopla) Estamos dándole pastillas al sufrimiento personal, medicalizando la soledad. Creo que no hemos crecido de una forma equilibrada. Por ejemplo, con la igualdad. Por culpa del capitalismo, si ahora hay dos sueldos en una casa, las cosas valen el doble. Nos crean la necesidad de tener cosas nuevas. Hay mucho sufrimiento y lo intentamos resolver con pastillas. Ha habido una destrucción absoluta de las redes, por ejemplo en los barrios. Ahora nadie conoce a nadie. Hemos debilitado a la sociedad y la hemos llenado de falsas felicidades como las pastillas o los teléfonos móviles.

J: ¿El mundo del libro necesita algún medicamento?

M: Hace falta tener actitud. No hay respeto por el creador literario. El escritor no tiene la remuneración que le corresponde como hacedor de cultura. Incluso hay gente que escribe que no tiene pudor a decirte que se han bajado un libro de internet. Sin embargo, nadie dice: “Vamos a robar un café en el bar de la esquina”. Eso hace que aumente el precio del libro y la cultura sea menos accesible a las personas. La cultura y la educación son básicas y deben ser accesibles.

J: ¿Qué libro recetarías tú?

M: Muchos libros. Podría recetar perfectamente el tuyo. Desde que escribo, me merece tanto respeto el escritor que no dejo ningún libro a medias por respeto al trabajo del autor. Cien años de soledad es un libro que me ha fascinado este verano y que me era insoportable hace mucho tiempo. ¿Tenía la culpa Gabriel García Márquez o la tenía yo? El 99,9% dirá que la culpa era mía. Creo que cada libro tiene su momento y me es difícil recomendar uno en concreto pero El gran Gatsby me encanta.

J: ¿Estás satisfecho de tu relación con la editorial Anantes?

M: Sí, yo me considero un privilegiado por haber sido el primer novelista de Anantes. Creo que si hubiera sido con otra editorial, no hubiera aprendido tanto al publicar Aquel viernes de julio por esa cercanía que tuvimos. Ahora le pediría a Anantes mucha más ambición. Espero de ellos que sean ambiciosos para que El guacamayo rojo pueda llegar a muchos sitios.

J: ¿Estás preparando algo nuevo? ¿Volverás a publicar con ellos?

M: Me preocupa el día a día, no pienso dónde publicaré todavía. Tengo que ver en mi propia carrera qué es lo más conveniente. Quizás pueda estar en condiciones de concursar para ganar proyección con mi próximo trabajo.

J: ¿Qué autor te ha sorprendido de los que has conocido últimamente?

M: Me han gustado mucho Sara Mesa y Eva Díaz Pérez a las que he conocido personalmente y también la premio Nobel Alice Munro, a la que empecé a leer antes de que le dieran el Nobel. En los últimos años he descubierto a muchos autores de Norteamérica como Munro, John Cheever o Scott Fitzgerald.

J: De todos ellos habrás aprendido algo, ¿qué tienes tú que enseñar?

M: Mi punto fuerte es la creación de tramas y la creación de personajes. Creo que son tramas bien conseguidas, la lectura es ágil porque describo a los personajes a través de lo que hacen y son personajes poliédricos. Pero también tengo fallos. No sé si me lo ibas a preguntar, pero te lo digo ya: tengo que mejorar mi prosa. Esto tiene que ver con que vengo de textos científicos en los que la lectura es menos detenida. Es algo que estoy mejorando.

J: El Betis está para Stephen King, ¿para quién estaría el Sevilla?

M: Es una pena que el Betis esté para Stephen King y el Sevilla estaría en su tónica histórica. Lo malo es pensar que estamos muy bien porque al Betis le va muy mal. Yo defiendo que tienes que ser del equipo de tu ciudad. Me gusta que en esta ciudad haya dos equipos. Debe ser muy aburrido ser de Zaragoza, por ejemplo. Tela, tela de aburrido.

J: ¿Y qué tiene de novela el Sevilla?

M: Mucho menos que el Betis. El Betis siempre ha sido mucho más simpático por cosas en las que históricamente no estoy de acuerdo. El Sevilla siempre que ha sido fuerte se ha asemejado a lo que hoy es el Atlético de Madrid; un equipo incómodo. El esfuerzo y el ser equipo es su seña de identidad. Lo mismo pasa con el escritor, se piensa que el escritor es alguien inspirado, y detrás de un escritor hay un ‘taco’ de trabajo. Hay un trabajo de matemáticas, de ligar las piezas, de estrategia. ¿Qué sería el Atlético de Madrid sin el dibujo táctico de Simeone? El escritor necesita levantarse cuando recibe un penalti injusto. Eso es la verdad de la escritura. Detrás de un escritor hay trabajo, trabajo, trabajo.

Yo me siento mucho más cercano al Sevilla de las dos copas de la UEFA o al Atlético de Madrid de ahora que al Brasil del 70, aunque era una maravilla verlo jugar.

J: ¿Habría que escribir una novela sobre los derbis?

M: Yo creo que sí. Un derbi de Madrid o Barcelona no tiene nada que ver con un derbi de Sevilla. Eso tiene que ver con la cultura. Yo no me imagino un derbi así en otra ciudad de España como no me imagino tampoco la Feria de Sevilla en Pamplona ni la manera de beber nuestra, que no tiene nada que ver con la manera de beber en unos Sanfermines. Nuestra cultura es diferente, aunque ellos pueden estar mejor preparados y tener un nivel de vida más alto. Cuando uno pisa Andalucía está poniendo los pies sobre una tierra que tiene civilización y paz desde hace miles de años, y eso no es gratuito.

J: La gente de dentro de cien años, ¿te recordará?

M: No lo sé ni me preocupa. En este país tan cainita la gente va a tu entierro para asegurarse de que has muerto y luego forma una leyenda con cosas que no dijiste y de las que no puedes defenderte. Lo que quiero es hacer las cosas lo mejor que sé y si eso puede servirle a alguien dentro de cien años, será maravilloso.

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