«Los de carácter irascible se irritan pronto contra personas, y en ocasiones que no lo merece, y más de lo conveniente. Es cierto que también se apaciguan pronto, y esto es lo mejor que hace. Si incurren en estas faltas es porque no saben dominar su cólera; vuelven en sí sobre la marcha, mostrando su pasión a causa del extremo ardor del sentimiento que les domina, pero en seguida se tranquilizan con no menor prontitud. Así, los coléricos están dotados de una vivacidad excesiva; se irritan por todo y contra todo el mundo, de donde les viene el nombre que se les da. Pero los hombres rencorosos son más difíciles de gobernar; su irritación dura largo tiempo porque saben dominar los movimientos de su corazón, y no se apaciguan hasta no haber vuelto el mal que se les ha hecho. Sólo la venganza calma su cólera, porque mediante ella reemplaza el placer a la pena que los devoraba. Pero mientras su resentimiento no está satisfecho, tienen un peso que les oprime, y como se guardan de manifestarlo, nadie puede intentar curarlos por la persuasión. Es preciso tiempo para que se corroa a sí misma la cólera, y tales gentes son los más insoportables de los hombres para sí mismos y para sus amigos más queridos.»
Aristóteles. Ética a Nicómaco. Libro IV. Capítulo IV.