Desde el todo vale hasta el sólo vale una cosa. Mucha distancia hay, casi el infinito los separa. El problema humano es dónde poner la raya, hasta dónde llegar con las normas, en qué limitar la libertad. Este análisis la podemos aplicar tanto al individuo, con su moral pequeñita y particular, hasta la sociedad con toda su complejidad legislativa y cultural.
Si hablamos de cada uno, entonces tenemos que pensar en los criterios, en lo que distingue el bien del mal, en los valores que fundamentan las normas o en la conciencia que sustenta la persona. Si hablamos de todos juntos, la raya se pone según sea de restrictiva las normas y leyes sociales. Es la eterna lucha entre el bien y el mal, entre la libertad y la igualdad. Acercarnos al «sólo vale una cosa» es darle primacía a la razón frente a los instintos, a los exacto frente a la probabilidad, a la seguridad frente a la aventura. Pero si nos acercamos al «todo vale» vence el lado animal, el salvaje frente a la civilización, el irracional frente al control.
Ni una cosa ni la otra, según cómo y cuándo, pero ¡qué difícil es decir cuándo y cómo! ¡cuántos conflictos ha provocado ese poner la línea! Si nos fijamos hay muchas situaciones vitales en las que el problema es ese, ¿verdad?

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