Carta Lunar es ya el cuarto y esperado poemario de Mª Jesús Soler Arteaga (Sevilla, 1977) y, hasta el momento, el más maduro de su producción. Profesora de lengua y literatura e investigadora en la Universidad de Sevilla, sus versos configuran una lírica cuidada y fresca, lejos de efectismos vanguardistas, que se ha ido consolidando en cada entrega y ganando en intensidad y hondura hasta convertirse en una referencia de la poesía actual.

Si Las horas muertas, su obra anterior, finalizaba con un bloque de poemas dedicados a la noche, la evolución de su poética le ha llevado a explorar en Carta lunar una geografía íntima y nocturna, selenografía cabría decir, en la que la influencia de la luna en sus distintas fases deja claramente su huella en el paisaje y los personajes que la conforman. Así, las secuencias cercanas al cine en blanco y negro, las calles oscuras y solitarias, los sueños, los focos de escenario y las fiestas de champagne y melancolía propias de Scott Fitzgerald, se alternan con la expectación ante la cita, la caricia y los versos escritos de madrugada. Los diversos avatares de la autora desfilan por estos decorados cambiantes como protagonistas o como observadores implacables de la naturaleza humana (Aquellos que observan tienen la suerte / y el raro privilegio de otorgar / un papel secundario en este corto / a quien se preparaba para protagonista) mostrándonos la decepción y el engaño característicos de la noche, pero también la esperanza de saber que todo se renueva, todo cambia y se ve bajo una luz distinta con cada fase del ciclo lunar (En el cielo se insinuaba la luna llena, / como una promesa de bondades derramadas / sobre su frente, que esperaba el plenilunio / como respuesta a todas sus plegarias).

La búsqueda constante de imágenes y situaciones cotidianas y oníricas demuestran que la escritura de Mª Jesús Soler Arteaga ha alcanzado en Carta Lunar pleno dominio de un rico imaginario poético cuyas fuerzas gravitacionales son el amor, la soledad, la reflexión y la esperanza, estableciendo un diálogo continuo con el lector (Cuidaré la caligrafía / porque quizás alguien leerá / ese pedazo de papel sabiendo / lo que duele inmolarse diariamente / en la sesión continua), que sin duda acabará sintiéndose protagonista de muchos de sus versos.

 

SOBRE LA AUTORA

M.ª Jesús Soler Arteaga (Sevilla, 1977) es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y miembro de su grupo de investigación Escritoras y escrituras, que se dedica a rescatar la figura de escritoras de todos los tiempos que por un motivo u otro han quedado relegadas al olvido. Es autora de los volúmenes de investigación literaria Palabras, palabras, palabras… Escritoras románticas sevillanas (2006), Elena Soriano: mujer y ensayo (2009) y El Urogallo. Revista literaria bimestral (2010) y de los poemarios Ciudad imposible (2005), Las horas muertas (2008), Recóndita armonía (2009), este último ganador del VI Premio Noches del Baratillo, y Carta lunar (2011).

Su pasión por la literatura le llevó en 2008 a crear el ciclo Femigrama que logró reunir a más de 30 poetas sevillanas que leyeron simultáneamente su obra en distintos espacios de la ciudad.

 

MALA COSTUMBRE

El tiempo terminará corrigiendo

esa mala costumbre de mirar a los ojos,

de sostener las miradas impostoras,

impertinentes, retadoras,

retorcidas, dispuestas a sacarte

los secretos, que ni a ti misma

te confiesas a solas en silencio,

donde nadie puede rozarte el alma.

 

PERSONAJES SECUNDARIOS

Aquellos que son observados,

sin saberlo, actúan para un público,

que no han elegido, que no intuyen,

pero que está implícito en los gestos

más insignificantes e instintivos;

ese público que se tiene en cuenta,

para el que se ofrece la mejor actuación,

la sonrisa más dulce, las lágrimas amargas,

la construcción del personaje

como un trabajo minucioso.

Aquellos que observan tienen la suerte

y el raro privilegio de otorgar

un papel secundario en este corto

a quien se preparaba para protagonista.

FEBRIL

La luna menguaba en un cielo

febril y desvaído, que nadie dibujó,

desaparecía por completo

como duda infundada ya resuelta,

no quedaba rastro, pero está ahí,

persiste como pecados absueltos

después de una confesión general;

aunque llegue el perdón, persisten las cicatrices.

La luna mengua febril en mi cielo

esta noche y no habrá una mano

que me prometa aferrarse a la mía

hasta que vuelva a aparecer,

que las noches oscuras de silencio

buscan un alma que porfía.

 

INTERLINEADO

Esas frases de cine negro

que resumen toda la historia

las dicen los que tienen tanto que decir

que basta una línea y sobra el interlineado.

Las palabras se escupen como cuchillos

de lanzadores de circo ambulante

por la comisura de bocas cínicas.

Sastres de los años cuarenta sobre la silla

y la piel cubierta con ese pañuelo rojo

del desengaño, que forma nudos

corredizos alrededor del cuello,

apretados cada vez que pasa a otro renglón.

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