Karl Popper tiene un magnífico ensayo sobre las miserias que ha provocado la creciente aplicación de la ingeniería científica a los asuntos humanos. Considera un error de bulto el intento moderno, ilustrado y salvador de solucionar los problemas de la evolución humana mediante los métodos propios de las ciencias empírico-analíticas, realizando predicciones basadas en la recogida de información de los hechos que, supuestamente son los que están detrás del devenir de nuestra historia. Algo así como tocar en la cadena productiva del tiempo para solucionar sus fallos mecánicos.

Esos sueños propios de ingenieros historicistas y materialistas no se han abandonado, siguen detrás de las teorías más actuales, entre las que se encuentra la reciente conspiración pedagógica que quiere establecer un definitivo orden en los sistemas educativos de nuestro mundo occidental.

La historia humana ha estado siempre influida por los avances en el conocimientos, cosa que desde el desarrollo de la ciencia moderna ha dado a interpretar que se podría aplicar a todos los ámbitos. Lo curiosos es que no hemos aprendido de los errores, los grandes fracasos de la humanidad fueron provocados por estos sueños y, lejos de abandonarlos, los técnicos de turno han decidido reelaborarlos y huir hacia adelante.

Cualquier realidad conceptualizable debe ser planificada atendiendo a lo diseñado en un laboratorio pedagógico.

Como ha ocurrido desde tiempos remotos la educación está en la base de una sociedad ordenada y próspera. Por eso es el objetivo recurrente para solucionar buena parte de la estructura fallida. Estamos asistiendo al momento histórico en el que la espontaneidad, la sorpresa, la intuición, la flexibilidad o la innovación creativa, desaparecerán definitivamente del día a día en el aula. El docente está siendo atacado con una provisión vinculante de herramientas para unificar su labor diaria, que incluye la obsesión por el control de todos los detalles participantes en esa tarea, desde el contexto a la atención a la diversidad, cualquier realidad conceptualizable debe ser planificada atendiendo a lo diseñado en un laboratorio pedagógico.

El aula es otra cosa. El alumnado es diverso e inescrutable. Las circunstancias son impredecibles. El mundo educativo real está tan condicionado por lo humano que cualquier intento de control es una vuelta de tuerca más hacia la deshumanización que comenzó con la modernidad. Pedagogos del mundo occidental, por favor, den marcha atrás. Al menos dejen un espacio de libertad sin conceptualizar en sus formularios.

Share This