Enfrentarse a una novela de Salvador Navarro es como acercarse a una nueva serie de éxito y temer que te vas a enganchar desde el principio aunque ya conozcas su marca personal y sus artimañas literarias. Desde la cotidianidad de sus escenarios y personajes Salvador construye una red de historias, tramas y personajes que se renuevan en cada novela. Toda tu vida en mí viene con pasión, amor, tragedia y un toque erótico justo para que la receta tenga algo de pique. Los que saben apreciar estos guiones tienen autor para rato. 

Tuve la tentación de volver a leer la reseña que le hice a su anterior novela, porque a medida que avanzaba en esta iba encontrando elementos familiares. Pronto me di cuenta de que era diferente a pesar de sus viajes internacionales, de sus bares, de sus miradas, de sus piropos, de la carga sexual y homosexual, de sus tragedias (aquí la muerte aparece en la primera página), de que su escenario principal vuelve a ser Sevilla y de la vorágine en la que regularmente hace entrar al lector conforme se avanza. En esta novela hay más cosas que la hacen singular. 

En Toda tu vida en mí quedan en segundo plano las zonas oscuras de las vidas y de la calle para ganar protagonismo el lado social y más reivindicativo de Salvador. La trama no se entiende sin una lucha constante por los derechos de algunos sectores de la población que suelen salir perdiendo cuando el poder tiene antojos. También destacan la corrupción política y los ardides empresariales, familias clásicas desubicadas en el tiempo, mujeres luchadoras, amistades mucho menos peligrosas que en otras ocasiones y superaciones personales. Sus característicos párrafos reflexivos sirven para destacar estos elementos, hasta hay una sorpresa infiltrada en la narración que no me parece que deba desvelar aquí. 

La actualidad de la novela es aplastante, es un aquí y ahora que no deja de salpicar con detalles el texto. Tecnología, riders, política y problemas sociales. Sus tramas pueden llevarse a una lectura atemporal, pero la intención de Salvador es que se sostenga en el momento concreto en el que se lee. 

Es necesario resaltar la importancia de los diálogos. El ritmo se sostiene en ellos, pero también sirven para dibujar a los personajes, y esta vez el arte se lleva al trazo impresionista, a no rematar los detalles para invitarnos a averiguar por nuestra cuenta lo que queremos saber. La historia está conformada por escenas furibundas y frentes abiertos y provocadores. Muchos pasteles, mucha milhoja, huidas y reencuentros como dinámicas pendulares básicas, decoración, cervezas y vinos, infidelidades y confusión, boticas…  

Si se acercan a esta novela de Salvador Navarro tendrán que estar preparados para otro carrusel de vidas desordenadas, azarosas, descorazonadas y caóticas. Personas en busca constante de la estabilidad emocional y existencial. Caminos divergentes en su origen que el autor termina siempre haciéndolos chocar para experimentar sus consecuencias. Y aunque pueda parecer que todo es caos y pesimismo, cuando se acaba de leer la novela lo que acaece es que se muere de amor. 

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